«Momentos de lucidez»: Supermercado

No hace ni 5 minutos que han abierto las puertas y ya estoy dentro. Unos de los empleados me hecha una sonrisa de complicidad al verme, no viene a atenderme, sabe que no hace falta.

Recorro los enormes pasillos mientras miro los productos de mi alrededor y recuerdo el tiempo que llevo haciéndolo día tras día. Desde el momento en el que tuve la oportunidad de elegir un supermercado, escogí este. Reconozco que en su momento me costó bastante decidirme, ya que justo enfrente había otros dos que me llamaban mucho la atención, pero al final supe que este era el mío.

Justo cuando estoy plantado enfrente de una estantería, un chaval nuevo que parece recién contratado me pregunta que deseo. No puedo evitar soltar una carcajada al mismo tiempo que otro dependiente que pasaba por allí: «Ya se acostumbrará», pienso.

Llevo con este establecimiento 3 años en los cuales ha cambiado de características, de empleados y sobre todo de productos, sacando muchos de buena calidad y otros algo más «mediocres». Reconozco que en varios momentos me ha decepcionado, pero siempre he seguido confiando en él porque sé que en el fondo me encanta.

Recuerdo que una vez tuve que estarme alejado de mi supermercado por un problema en los calendarios, al parecer los habían puesto mal y los empleados se olvidaron de que tenían que trabajar. Nadie se atrevió a entrar por miedo a parecer un ladrón.

Llego a una zona con un gran muro de cristal, la primera vez que llegué me choqué pero ahora sé que está ahí y me resigno a observar lo que hay al otro lado. No puedo decir que se me prohibe pasar, de hecho en cualquier momento podría hacerlo. Pero entonces tendría que renunciar a una sección de la tienda, lo cual me parece injusto.

Cuando se instaló el cristal, la gente empezó a ceder y a pasar al otro lado. Soy consciente de que no quedan muchos que se hayan negado como yo, y que algún día tendré que resignarme y cruzar, pero por ahora no puedo. Sólo intento evitar mirar las opciones que se plantean detrás del cristal, como la de jugar con gente de otros lugares del mundo.

El supermercado se va llenando de gente, voy hablando con los que puedo pero en seguida decido marcharme. Salgo lentamente por la entrada dejando atrás mi «supermercado» con un letrero negro enorme que pone «Sony».